DOSSIER (II): Terrorismo financiero… Una noche con Ramiro y Henry

Por Marlene Tavares.

Recuerdo con cariño los nombres de Ramiro Helmeyer y el comisario Henry López Sisco. Agosto. 1993. CCCT. Evelio Canseco, pelo lindo, me invitó al cine. Coincidimos en la fiesta de quince años de Emilia que se celebró en el Salón Venezuela del Círculo Militar. Octavo grado, por fortuna, había terminado. Ese año me quedó matemáticas para septiembre y, por lo general, mantenía contacto con la gente del colegio por un curso malo, ubicado en Los Chaguaramos, en el que nos daban clases particulares. Evelio Canseco acababa de pasar a quinto, él tenía que reparar dos materias. Era cute, era grande, era surfista, fumaba. Reunía todas las vulgares cualidades que fascinan en la adolescencia. Yo, a diferencia de Emilia, todavía tenía 14. Chama, ¿Quieres ver Jurassic Park? Me dijo durante la rumba. Asentí sin hablar. Mi mamá no me daría permiso pero ya inventaría alguna excusa. Dame tu teléfono, te llamaré la semana que viene, dijo al oído. Tenía que hablar fuerte porque la ‘changa’, estridente, hacía mucha bulla. Le anoté mi teléfono en una servilleta y, una hora más tarde, regresó a mi mesa para invitarme a bailar un merengue de Carlos Alfredo.

Ten cuidado con Evelio Canseco, a mí me echaron un cuento de unas carajas del Mater que se llevó al estacionamiento del CCCT. Me dijo Emilia días más tarde. ¿Y? Pregunté. Nada, parece que las chamas no se la pasaron tan bien como se imaginaron. Sí hablas paja, le dije. Emilia y yo, entonces, peleamos. No soportaba su envidia. –Hace poco coincidimos en Barcelona y nos reímos mucho de aquel episodio escolar y siniestro–.

El día que Evelio Canseco llegó a mi casa en la Caribe 442 de su papá tuve dolor de vientre. Intuí que la noche sería deplorable. Él no sabía manejar. La camioneta zigzagueó toda la autopista. Me dijo, luego de un rato, que le avisara si venían carros para él poder cambiarse de canal. Para colmo, a todo volumen, tenía un casette de Barranco Mix que, sólo recordarlo, me produce ostiocondritis.

Llegamos al CCCT, tenía tiempo sin ir al cine. Pensé que iríamos al cine que quedaba en la tercera planta, el Gran Casino. Evelio me contó que a ese cine le había caído una bomba en el último Golpe de Estado y que tendríamos que ir a las salas del sótano, al famoso Multicinema C.C.C.T. La cola era inmensa, atravesaba el pasillo y llegaba hasta La Tabernita Escondida. Evelio Canseco, entonces, me pareció un idiota. Se paró frente a uno de los afiches y fotogramas de la película y me dijo: ¡Chama, wow, estos dinosaurios parecen de verdad!


Cuando llegamos a la taquilla, por supuesto, las entradas estaban agotadas. Todas las salas estaban agotadas excepto la sala 4 en la que estaban pasando la película venezolana Roraima. Supe, desde los avances de Noticolor y Petróleo en Gotas, las intenciones de Evelio. Empezó, con torpeza, a tocarme la rodilla. No me molestó, en principio. Recuerdo con asco que colocó sobre sus piernas un pote gigante de cotufas. Comenzó la película: mucha montañita, mucho tepuy, mucho cunaguaro. ¡Qué vaina tan ladilla! Las manos de Evelio Canseco, entonces, estaban muy cerca de mis tetas. ¡Nunca nadie me había tocado las tetas! ¡Apenas, desde hacía dos o tres años que tenía tetas! Aproveché la aparición en pantalla de Umberto Buonocuore para levantarme y salir de la sala. Chama, qué te pasa. Me preguntó él, aturdido, al alcanzarme en el pasillo. Nada, le dije, ese señor me da asco. Me recuerda a un tío que es un sádico. Vámonos, por fa.

Nos montamos en la Caribe y el infeliz volvió a poner el casette de Barranco Mix. Noté, minutos más tarde, que Evelio Canseco daba muchas vueltas por el estacionamiento. ¡Siempre me pierdo en este estacionamiento, chama! Me dijo con risita babosa. Al rato se estacionó, quitó, por fortuna, al Barranco Mix y puso una emisora en la que estaba sonando una canción de Chayanne ("El centro de mi corazón"). ¿Te gusta? Me preguntó. Afirmé por inercia, por hacer algo. A mí me gustas tú, me dijo. Me gustas mucho y, nuevamente, me puso la mano en la rodilla. Me besó. Primer beso: Evelio Canseco… triste, muy triste. Yo traté de salirme de su abrazo pero no sabía cómo. Estaba nerviosa. Temblaba. Me puso el puño en el vientre, jalándome el body, mientras jadeaba y me decía cochinadas románticas. Evelio, espera, traté decir. Te amo, me dijo el cabrón y siguió salivándome toda la cara. De repente, no sé cómo lo hizo, tiró el asiento del copiloto hasta atrás y, por completo, se me montó encima. No sabía qué hacer. La canción de Chayanne terminó y el locutor, luego de dar la hora, presentó el dúo tropical de Juan Luis Guerra con Emmanuel: ¡Noronororoi, norey, torey, perure! Evelio se inclinó un poco, me dijo que me quedara tranquila y, ante mi estatismo, comenzó a quitarse la correa. Cerré los ojos. Recé…

…Y ahí, a diez puestos de nosotros, explotó el carro. Evelio, quien entre mi teta izquierda y su cinturón apenas tenía equilibrio, voló hasta la parte de atrás de la camioneta. Para mayor desgracia, durante el trayecto, su zapato me pegó en la cara. El vidrio delantero se astilló. Juan Luis Guerra y Emmanuel callaron. Todo tembló por minutos y, a la distancia, sólo se veía candela. ¡Chama, qué pasó! ¿Estás bien?... ¡Qué bolas! Me dijo Evelio, minutos después, al bajarse del carro. Tenía sangre en la frente y, rota en una mano, la hebilla de su correa. Me zumbaban los oídos, me zumbaba el vientre, el aire caliente me hacía respirar con dificultad y la bruma gaseosa hacía que todo perdiera foco. ¿Chama, estás bien? Repitió. Me puso la mano en el hombro y no lo soporté. Me volteé y, con todas mis fuerzas, le metí una patada en las bolas.


Unos meses después, cuando Carlos Delgado Chapellín, Ministro del Interior del Presidente Velásquez, dio una rueda de prensa junto al director de la PTJ, Orlando Jordán Petit, diciendo que habían dado con los responsables del llamado terrorismo financiero, me sentí mal por ellos, me sentí triste. Henry López Sisco y Ramiro Helmeyer, a pesar de que sean unos hijos de puta, siempre tendrán mi más honda gratitud.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Chama, eres una pendeja. Si no explota el carro te violan. No se puede ser tan pasiva en la vida. Mira guevon, no es no. Eres sordo o que. Te dije que me dejes en mi casa. Si no lo entiendes bolsa me bajo aqui mismo.

Jess dijo...

Ciertamente parece cuento chimbo, no es posible que estén a punto de violarte y tu solo ahí echadota sin más ni más, o querías la vaina y ahora te quieres hacer la puritana, o tan sencillo como que te inventaste el cuento convenientemente mezclado con un hecho significativo en la historia reciente del país.

Anónimo dijo...

chama eres una imbecil , no se si ahorita despues de vieja seras asi de retrasada mental , pero en esa epoca se veai que eras una pobre presa facil .

BOLSA.

Anónimo dijo...

Muy bueno el dossier. A los que critican, parece que no se dan cuenta que se trataba de una niña de 13 o 14 años!!!