DOSSIER (III): Un día de furia

Por Mel Camacho.

El love theme de mi adolescencia era interpretado por Jerry Rivera.

14 de junio de 1993: Cumpleaños del objeto de mi afecto, Mónica García. En una rumba en casa de María Alejandra Escobar habíamos bailado una canción de Jerry Rivera que, luego supe, se llamaba Cuenta conmigo.

10:00 A.M - Recordland, Las Mercedes: Mi padrastro me dio la cola hasta la discotienda. Le compraría a Mónica de regalo el último LP de Jerry Rivera que, de cuarta, en el lado B, incluía nuestro tema de amor. Comprar un disco de Jerry Rivera, sin embargo, representaba para mí un ejercicio temerario. Yo escuchaba, en aquel entonces, AC DC, Ántrax, Iron Maiden y todo tipo de estridencia foránea. El Caribe se presentaba a mi imaginario adolescente como un espacio marginal; como aquello que, musicalmente, no debía ser. Yo además, debo confesarlo, era un wooperó.

Medianoche (Tres días antes):
El estropicio del 14 de junio de 1993 tiene estrecha relación con un personaje al que debo hacer referencia: Payasito. Payasito era un malandro mítico que estudiaba en el LUA (Liceo Urbaneja Achepohl). Supe, días antes del cumpleaños de Mónica, que Payasito quería caerme a coñazos. Juan Carlos Tovar, a la salida del colegio, me dijo: ¡Mel, corre hasta los edificios de Primaria y salta la reja, afuera está Payasito! Payasito, para los adolescentes noventeros del sudeste capitalino, era una especie de Keyzer Soze. Payasito, se contaba, le había caído a batazos a un chamo del Santa Mónica y era amigo cercano de los más representativos malandros del CCCT. La responsable de mi enfrentamiento con este individuo fue la gorda Melo. La gorda Melo era una amiga fea a la que le tenía –y aún le tengo
, mucho cariño. Carolina Melo era espantosa: tenía gengivitis, estrabismo, simulacro de labio leporino, pelo malo y piel grasosa, muy grasosa. Podría decir, a su favor, que era buena gente. Mi madre siempre dijo que la gorda Melo tenía los ojos muy bonitos. El hecho es que ella, supuestamente, se había dado unos besos con Payasito en un matiné escolar que se celebró en la discoteca Hawai Kai. Cuentan que Caro, durante muchos días, estuvo suspirando por su príncipe malandro. Para echarle vaina, el fin de semana anterior al cumpleaños de Mónica, llamé a la Mega Estación (107.3 FM) a medianoche y dejé un Megamensaje: “Mi gorda, te quiero, te extraño, me gustas full. Payasito”. Todo el salón lo escuchó, fue un chaleco entusiasta. Yo no contaba con que esa información llegase a oídos de Payasito y, mucho menos, que le produjese un profundo disgusto. Durante esa semana viví con terror. Payasito y su banda, los Yoogies, me estaban buscando para caerme a coñazos.

10:15 A.M. Recorland, again. Junio, 1993
: Entré con prudencia. Payasito podía estar en cualquier rincón. Ese día no había clases: consejo de curso, día del árbol, día del maestro, día de la bandera, no sé que efeméride baladí se celebraba. Al mediodía debía encontrarme con Gonzalo en Mata de Coco. El cabrón había clasificado para las eliminatorias de changa en Estudio 92 y el programa se grabaría esa tarde. Gonzalo estaba saliendo con una caraja llamada Milady que trabajaba en Estudio 92 y que durante cuatro horas, o más, se dedicaba a bailar detrás de un biombo. Esa noche a Mónica García le picarían una torta en su casa y allí le daría la sorpresa: le regalaría el disco de Jerry. Me acerqué a la sección de salsa con desdén, allí encontré a Jerry Rivera con un paltó azul, una camisa roja y una corbata floreada.


¡Qué raya! Me dije. Menos mal que esta vaina me la van a envolver para regalo. Fue el nacimiento de la desgracia.

Primer timo del día: Cola en la caja. Puse el disco de Jerry sobre el mostrador. Andaba agüevonado, lento y nervioso. Me costó caer en cuenta que el infeliz que debía cobrarme se dedicó a tomar el LP y doblarlo en pedazos, lo partió por la mitad, luego lo quebró en cuatro, lo metió en una bolsita y me lo dio. ¡Coño! Me dije, luego me pidió los reales. Estaba tan ladillado y tenso por la amenaza que se cernía sobre mí que estuve a punto de pagar y largarme. Ahí me confesaron la verdad: fui víctima del Loco, video, Loco. ¡Pocas cosas en la vida me han dado tanta arrechera!

1:12 P.M. Mata de Coco, Estudio 92 (I)
: Encontré a Gonzalo Porras en la cola. La broma en Recordland se saldó con la obtención gratuita del disco de Jerry. Por desgracia, no había papel de regalo y tuve que andar por la calle con mi LP en bolsita. ¿Qué compraste? Me preguntó el negro. Un coño, una vaina ahí, pa’ mi mamá. El paltó azul de Jerry, sin embargo, se transparentaba provocándome una profunda vergüenza entre mis amigos wooperós. ¿Se sabe algo de Payasito? Le pregunté a Gonzalo. Tú tranquilo, aquí estamos los panas pa’ defenderte: está El Gato, está el gordo Pérez y el moncho Atilio. ¿Cómo podría describir a la banda de impresentables que, entonces, eran mis amigos? En la entrada al auditorio practicaban pasos de changa, ponían las palmas juntas e iniciaban movimientos ridículos acompañados de todo tipo de gesto simiesco. Yo no fui wooperó por convicción, me dejé llevar por la moda. Siempre sospeché que el ser wooperó sería algo pasajero. Cuando formas parte de algo que, en Radio Rochela, parodian Emilio Lovera y el Nené Quintana debes entender que hay algo en tu vida que está mal. Sin embargo, por esos días, disfruté de mi pollina. Tienes que ver a Milady, estará detrás del biombo amarillo. Está buenísima, dijo Gonzalo.



[En el biombo superior derecho puede verse a Milady]

Sobrevino, entonces, el escándalo: se desplomó un techo y le cayó encima a unos carajos del San Agustín del Marqués. Los que quedamos de pie nos apiñamos en la entrada y, en estampida, logramos entrar al auditorio. Cuando la cosa se calmó el gordo Pérez me dijo que, por la pista de baile, había visto a uno de los Yoogies.

2:00 P.M. Mata de Coco, ESTUDIO 92 (II): Quería irme a mi casa. Poco a poco los panas fueron confirmando la presencia del victimario. La competencia de changa sería a las 4:30; antes debíamos disfrutar –yo diría sufrir
la presentación de Karolina con K. El negro estuvo toda la tarde pendiente de Milady. Lilibeth Morillo y Carolina Perpetuo, a la distancia, parecían tener un problema con unos ejecutivos del canal. Querían suspender el programa por el desplome del techo. Por una o dos horas se retrasó la grabación. Mi cabeza iba a estallar, me estaba meando. No quería ir al baño ya que tenía miedo de una posible aparición de Payasito. Se encendieron las luces, los asistentes dieron las indicaciones y Carolina Perpetuo saltó sobre la pista con fingido entusiasmo. Más tarde Lilibeth Morillo presentó a Karolina con K. ¡Coño e’ la madre! Yo con ese dolor de cabeza y me montan a esa maracucha fea cantando una canción pavosa. ¡Qué te pasa, está buenísima!, dijo Gonzalo. A él le gustaba toda esa mierda: Diveana, Natusha, Miguel Moly y demás vástagos de Sonográfica, Emi, Velvet y Sonorodven. Con el primer acorde el negro identificó el tema, ¡Coño, Noches vacías, qué de pinga! Karolina, te amo, TE AMO. Gritó.



Durante la competencia de changa huí del estudio. No aguanté las ganas de mear, caminé en dirección al baño. Las luces me pegaban de frente, estaba mareado. Tuve la impresión de haber dado con Payasito y, con mi bolsa de Recorland dando tumbos, salí corriendo desesperado. Tomé un taxi que, no sé por qué razón, me dejó en Las Mercedes. Creo que acordé con mi padrastro que, a las seis de la tarde, me buscara frente al parque de atracciones El Tolón.

4:05 P.M. Principal de Las Mercedes: Entré a pollos Arturos. Tenía hambre, no había comido desde el desayuno. Asistí, entonces, al nacimiento del mito. Yo lo vi. Yo estuve allí. La familia telerín que estaba a mi lado, intempestivamente, mudó su felicidad en desgracia. El niño menor llevó a su boca, empanizado, un ratón. La madre gritó, los comensales gritaron, los empleados gritaron. Yo, con mi bolsita de Recordland, transparentando la pinta de Jerry, pensaba que, a la manera de las películas de mafia, todo se trataba de una confabulación orquestada por el verdugo. Años más tarde puedo y debo decir que el mito de Raturos es real. No se trata de una leyenda urbana. Yo lo presencié, yo estuve allí.

6:22. P.M. Hogar dulce hogar: Tomé una aspirina, tomé una ducha, tomé un papel de regalo de navidad –el único que había
y empapelé al maldito puertorriqueño. El apartamento era un escándalo. He citado en otras entradas de este blog las relaciones políticas que mi madre tenía con el partido Acción Democrática. Aquella tarde llegó a mi casa la banda adeca que estaba en contra de la candidatura de Claudio Fermín. Mi mamá estaba neurótica, hipersensible. Se discutía, entonces, la actitud que debía tomar el partido ante los últimos acontecimientos. María Auxiliadora no es pendeja, Carmelo, si Mary le pasó esa vaina al viejo es porque sabía cómo era el asunto, ¡Coño! dijo mi madre. ¡Ese viejo es un pajúo, qué bolas! Gritaba Lewis Pérez. Resulta, me enteré más tarde, que hablaban de María Auxiliadora Jara. Ella era la secretaria privada del presidente Ramón J. Velásquez y, por esos días, se dio el gracioso episodio del indulto al narcotraficante Larry Tovar Acuña.

Mi casa fue el escenario para que el sector más radical del adequismo tomara algunas decisiones que, entre whiskys 18 años en las rocas, nunca se llevaron a la práctica. Mi madre, por supuesto, alterada por las visitas y la angustia de los acontecimientos, no podía llevarme a casa de Mónica. Hijo, estoy ocupada, llama a Gonzalo para que su papá te busque. Gonzalo se iba a ir directo desde Mata de Coco. ¿Dónde vive la carajita? Me preguntó un viejo amigo de mi madre. Por Colinas de Bello Monte, cerca del Castillo, le dije. Yo lo llevo, Gloria, no te preocupes, ya me iba. El viejo iba medio prendío, tenía un whisky que, ágilmente, cambió a un vaso de plástico. Para que el recuerdo de aquel infortunado día resulte más pintoresco debo decir que llegué a casa de Mónica porque Carmelo Lauría me dio la cola.

9:45 P.M. Residencia de Mónica García: La noche fue un fiasco. Amilcar Soto, un pretendiente de Mónica de Cuarto B había llegado más temprano y le había regalado el disco de Jerry, en CD. Me sentí como un idiota. Además, el negro se cagó de la risa porque el último disco de Jerry Rivera no era el que yo había comprado. Estúpido, ya salió Cara de niño, que es el nuevo.

Mónica estaba feliz con su CD. Mel, gracias, pero ya lo tengo, me dijo con una sonrisa. No pudimos ni siquiera picar la torta. Los padres de Mónica nos echaron de la casa porque a Gonzalo le dio por meterle unos Alka Seltzers a las Coca-colas ya que con eso, supuestamente, las mujeres se volverían locas. Contó, entusiasmado, la mítica historia de una caraja que, en La Unión, se había metido la palanca de su carro. La abuela nos pilló y a todos, menos a Amilcar Soto, nos echaron a la calle.

Cuando regresé a mi casa un grupo de adecos continuaba bebiendo. Reconocí a Paulina Gamus y a Luis Carlos Serra Carmona. Mi madre, con su vaso de AD, se veía totalmente ridícula. Mónica García no volvió a hablarme. Dos semanas más tarde ella y Amilcar Soto se empataron. El negro llegó a la final de changa en Estudio 92 pero no pudo presentarse a la última competencia porque le dio apendicitis. Recordar esa jornada hace que, todavía, sienta un profundo desprecio por Jerry Rivera.


P.D: Durante muchos años, hasta la disolución de los Yoggies, tuve la impresión de que, en cualquier momento, Payasito aparecería y me caería a coñazos. Por fortuna nunca apareció.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Coño, yo fui uno de los damnificados cuando se cayó el techo ese día. Una luz de esas de estudio me cayó encima y me fracturó la muñeca. Los carajos me llevaron corriendo a la Sanatrix y me pagaron 1500 bolos para que me quedara callado. Lo mejor de todo fue que Carolina Perpetuo me dio un beso. Qué vaina tan vergonzosa!

zamoraxy dijo...

Jajajaja que vaina tan buena!!! Yo estudie en el LUA en esa epoca y doy fe del mito de "Payasito"

Anónimo dijo...

Como me he cagado de la risa con esta historia jajaja

JLLM dijo...

verdadera tragedia griega jajajajja que buena historia, lo del taon empanizado jajajjajaja

ALECH dijo...

Uhm, tengo la duda por saber sí este "Mel Camacho" es el mismo - inspiración - para el libro "Blue label / Etiqueta Azul". (ame ese personaje al iqual que Vadier)