CRÓNICA BREVE

1995

Por Gala Saavedra.

Es 1995, una tarde vaporosa caraqueña. Ya pronto tendré que decidir qué voy a estudiar, pero, como tantos otros de mi generación, no tengo vocación. Nada me gusta, nada me interesa.

Los mosquitos me están acribillando y las chicharras, en el patio, me atormentan. Sólo puedo concentrarme en el Magnum de almendras que me voy a comer en un rato. El heladero de Santa Cecilia, haitiano por supuesto, pasa religiosamente a las 3:45.

Le robo un cigarro a mi abuela. Los guarda en la gaveta de su peinadora. Solía fumar Cónsul, pero ahora que han reaparecido los Lucky Strikes está feliz.

Comunicación Social está de moda. Las notas no son un problema para mí. El verdadero problema es que nada me entusiasma. No me veo como la versión femenina de Sergio Novelli reportando un golpe de estado.

El calor es insoportable. El ventilador sólo arroja aire caliente y húmedo. Las chicharras van a explotar.

El problema, según Lucía, es que pienso demasiado. Haz como yo. Métete en un propedéutico, conoce gente. Te inscribes en cualquier universidad y si no te gusta, te sales y listo. Mi abuela prendió el televisor de la cocina. Aparte del tormento tropical de las chicharras, ahora escucho los gritos de Wanda y Jalimar en El club de los Tigritos. No puede ser que la vida se limite a esto en las tardes caraqueñas.

Ahora que pasó la época de las gaitas, la gente sólo habla de exámenes de admisión, CNU y qué carro te va a regalar tu papá. A Lucía ya le dieron un Starlet verde, pero –comprensiblemente– Lucía no pertenece a la “élite” del salón, a quienes ya les esperan Corollas, Monteros y Machitos.

Yo no pertenezco a nada. Se me acaba el cigarro y el cuarto de la abuela está lleno de humo. Al menos los mosquitos me han dejado en paz.

Esta noche la gente del salón va al Lido, a ver si pueden entrar en M80. Lucía le pidió a Luis Daniel que la buscara a las 10, para no perderme Kaína. Soy una extraterrestre.

Las 3:45 y ya puedo oír, al fondo de la cuadra, las campanitas del heladero haitiano. Después del Magnum de almendras, decidiré qué voy a estudiar.

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