Por Pano Malpica.

En el ámbito personal, ya he hablado suficiente de Claudia Itriago, aquella novia que vivía en Terrazas del Ávila y que me montó cachos. En esta ocasión, sin embargo, no quiero hablar de mi historia, sino de los eventos y personajes noventeros que moldearon la educación sentimental de una generación. A primera vista, los 90 se pueden etiquetar como una década de disolución familiar, como así lo atestigua, por ejemplo, el divorcio de los padres de Marlene o el hogar disfuncional de Camacho, pero la década también nos regaló inequívocas manifestaciones de afecto que sin duda alguna forman parte de cómo vimos, expresamos e hicimos folklore a través de los sentimientos. El amor en Venezuela fue un discurso, en gran medida, modelado por Sábado Sensacional y la revista Ronda. Chepa Candela trascendió su vulgar columna para constituirse en idiosincrasia. Las telenovelas, entre otras formas discursivas, formaron una farándula culta o, si se prefiere, una cultura popular de la clase media a la que pretendo hacer referencia. No ha sido fácil inventariar estos icónicos romances. Creo que hay, sin embargo, en las parejas que se citan a continuación, suficientes elementos para entender cuáles fueron las constantes sentimentales de los 90.


En 1991, Guillermo Dávila conmovió a generaciones –una vez más– cuando le cantó a su nueva esposa, Chiquinquirá Delgado el emotivo tema: “Quiero decirte tan solo que nadie ocupa tu lugar”. El matrimonio se fue al caño en 1999.

En el 94, hubo emociones mixtas: Mimí Lazo y Luis Fernández se casaron, pero Carmen Julia Álvarez y Daniel Alvarado terminaron su relación de más de 15 años.




Pero en la farándula también hay historias amorosas duraderas: Carlota Sosa y Rafael Romero, Maite Delgado y Alfonso Mora, Javier Vidal y July Restifo (quienes recibieron y soportaron, más unidos que nunca, la embestida de unas acusaciones de plagio por parte de Vidal), e Inés María Calero y Miguel Moly (a pesar de malsanos rumores de cuernos merengueros).


Dime, dime si tú no me quieres
para morirme de pena.
Yo me voy por mi vereda.
Sí me voy a suicidar.
para morirme de pena.
Yo me voy por mi vereda.
Sí me voy a suicidar.
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